VACUNAS INACTIVADAS, “MUERTAS”

Las vacunas son una forma de generar inmunidad activa, contienen antígenos que estimulan el sistema inmunitario para producir una respuesta inmunitaria similar a la que se produce ante una infección natural, de tal manera, que la persona vacunada no padece la enfermedad ni sus posibles complicaciones.
Las vacunas inactivadas son aquellas que se elaboran partiendo de virus completos y reales, pero que han sido sometidos a un proceso de inactivación para eliminar su capacidad de replicarse, de ahí que se denominen también “muertas”. Aunque el virus deja de ser infectivo, conserva sus estructuras antigénicas, de manera que el sistema inmunitario puede reconocerlo y generar defensas frente a él, sin que exista riesgo de desarrollar la enfermedad. Para fabricar estas vacunas, primero es necesario cultivar grandes cantidades de virus activo. Para ello, históricamente, se han utilizado células primarias, tejidos animales o huevos embrionados, aunque hoy en día se emplean cada vez más líneas celulares continuas, lo que permite mayor seguridad, menores costes y facilidad de producción a gran escala. Después de cultivarlo, el virus se purifica y se concentra, y finalmente se procede a su inactivación mediante agentes físicos o químicos, como el formaldehído, la β-propiolactona, calor, UV o radiación gamma, entre otros.
Las vacunas inactivadas destacan por ser extremadamente seguras. A diferencia de las vacunas de virus atenuados, en ellas no existe riesgo de que el virus recupere su virulencia ni pueda transmitirse entre personas, por lo que se consideran adecuadas incluso para individuos inmunodeprimidos. Sin embargo, presentan una desventaja importante: su capacidad para inducir una respuesta inmunitaria es menor y, en muchos casos, requieren varias dosis o refuerzos, además del uso de adyuvantes para potenciar la respuesta inmunológica.
La alta seguridad actual de este tipo de vacunas es consecuencia directa de lecciones aprendidas en el pasado. En 1955, durante la vacunación contra la poliomielitis en Estados Unidos, se produjo el llamado incidente Cutter: una vacuna supuestamente inactivada contenía virus aún activos debido a una inactivación deficiente. Miles de niños desarrollaron poliomielitis y algunos murieron, lo que obligó a crear controles estrictos para garantizar la inactivación completa de los virus en cualquier vacuna de este tipo. También hubo experiencias negativas con vacunas inactivadas del virus respiratorio sincitial (RSV) y del sarampión, en las que la inactivación alteró los epítopos del virus y provocó una respuesta inmunitaria inadecuada, causando una enfermedad más grave en los niños vacunados cuando se expusieron al virus real. Estos hechos marcaron para siempre la regulación de las vacunas inactivadas, que hoy exige demostrar, mediante técnicas de cultivo y análisis exhaustivos, que no queda ni una sola partícula viral capaz de replicarse.
Existen dos grandes formas de inactivar el virus, dependiendo del agente que se utilice. El método más antiguo y extendido es el uso de formaldehído, este compuesto químico reacciona con las proteínas virales, formando enlaces que modifican sus estructuras y eliminan su capacidad infectiva. Su aplicación fue clave en el desarrollo de la vacuna inactivada de la poliomielitis por Jonas Salk. El formaldehído permite mantener la integridad general del virus, pero su acción es relativamente lenta y puede durar días o semanas, además, si el tiempo o la concentración no son adecuados, puede alterar epítopos importantes y reducir la inmunogenicidad de la vacuna, como ocurrió en las vacunas inactivadas de sarampión y RSV, donde los epítopos protectores se vieron modificados y la respuesta inmunitaria generada no protegió correctamente. Entre las vacunas que actualmente utilizan formaldehído se encuentran la de la poliomielitis (IPV), la hepatitis A y vacunas frente a encefalitis japonesa y encefalitis por garrapatas. En la mayoría de estos casos es necesario añadir adyuvantes, como sales de aluminio, para lograr una respuesta inmunitaria suficientemente fuerte.

Figura 1: Representación de cómo funcionan las vacunas inactivadas, el proceso hasta conseguir la inmunología.
Figura 1: Representación de cómo funcionan las vacunas inactivadas, el proceso hasta conseguir la inmunología.


El segundo método de inactivación es el uso de β-propiolactona (BPL). A diferencia del formaldehído, la β-propiolactona actúa principalmente sobre el material genético del virus (ARN o ADN), provocando alteraciones que impiden su replicación, pero respetando en mayor medida las proteínas de superficie que el sistema inmunitario necesita reconocer. Además, se trata de un proceso mucho más rápido, ya que la inactivación puede completarse en pocas horas, y la propia β-propiolactona se degrada espontáneamente en subproductos no tóxicos, lo que evita pasos adicionales de purificación. Este método se utiliza en vacunas como la de la rabia y la de la gripe. La preservación de los epítopos suele ser mejor, lo que permite obtener respuestas inmunes más completas. En el caso de la influenza, incluso después de la inactivación es habitual fragmentar el virus para reducir reacciones adversas, manteniendo las estructuras necesarias para activar la inmunidad.
En resumen, las vacunas inactivadas son un pilar fundamental de la vacunología moderna. Su gran fortaleza reside en la seguridad, utilizan virus reales, pero completamente inactivos, incapaces de causar infección. A pesar de que requieren más dosis y, en ocasiones, adyuvantes para generar una respuesta inmunitaria robusta, ofrecen protección frente a enfermedades graves como poliomielitis, hepatitis A, rabia o gripe. La elección del método de inactivación influye directamente en el comportamiento inmunológico del producto final: el formaldehído aporta una larga historia de uso, mientras que la β-propiolactona permite una inactivación más rápida y un mejor mantenimiento de las estructuras antigénicas. Gracias a estos avances y a los rigurosos protocolos de control surgidos tras los errores del pasado, las vacunas inactivadas actuales presentan una de las mejores garantías de seguridad dentro del campo de la inmunización.

Autora: Lucía Gallego Rodríguez

Recursos y bibliografía

Nih.gov. [Consultado el 10 de noviembre de 2025]. https://pmc.ncbi.nlm.nih.gov/articles/PMC7189890/?utm_


Figura 1 imagen obtenida de: de formación) RMG (coordinador del Á. Vacunas: ¿Qué son y cómo funcionan? [Internet]. Genotipia. 2020 [consultado el 10 de noviembre de 2025]. Disponible en: https://genotipia.com/vacunas/


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