El Virus del Papiloma Humano (VPH) es la infección de transmisión sexual más común en el mundo. Existen más de 200 tipos de VPH, de los cuales alrededor de 40 afectan a la zona genital. Si bien la mayoría de las infecciones son inofensivas y desaparecen por sí solas, una infección persistente por ciertos tipos de alto riesgo (como el 16 y el 18) puede causar diversos tipos de cáncer, siendo el de cuello uterino el más frecuente y conocido. De hecho, este virus es responsable de casi el 100% de los casos de cáncer cervical, así como de un porcentaje significativo de cánceres de ano, pene, vagina, vulva y orofaringe. Otros tipos de VPH, considerados de bajo riesgo, pueden provocar verrugas genitales. La gran carga de enfermedad asociada a este virus hizo imperativo el desarrollo de una herramienta de prevención efectiva: la vacuna.
La vacuna contra el VPH es el resultado de más de 30 años de investigación científica y colaboración internacional. Todo comenzó en los años 80, cuando el virólogo alemán Harald zur Hausen (Figura 1) descubrió que los tipos 16 y 18 del virus estaban presentes en células de cáncer de cuello uterino. Este hallazgo fue clave para demostrar que el VPH podía causar cáncer, y en 2008 le valió el Premio Nobel de Medicina.
Durante los años 90, los investigadores Ian Frazer y Jian Zhou, en Australia, desarrollaron una tecnología que imitaba la forma del virus sin incluir su material genético. Estas partículas, llamadas VLPs (Virus Like Particles), eran seguras y capaces de activar el sistema inmunológico. En 1994, la tecnología fue patentada y adoptada por dos grandes farmacéuticas: Merck, que creó Gardasil®, y GlaxoSmithKline (GSK), que desarrolló Cervarix®. Ambas comenzaron ensayos clínicos para probar su eficacia.
En 2006, la FDA (Food and Drug Administgration) aprobó Gardasil®, la primera vacuna contra el VPH. Su aprobación fue rápida, en solo seis meses, debido a su potencial para prevenir el cáncer de cuello uterino. Poco después se aprobó Cervarix®, centrada en los tipos 16 y 18, responsables de la mayoría de los casos de cáncer cervical.
Para el año 2010, la vacuna ya se usaba en más de 100 países, y se observó una clara reducción en las infecciones por VPH y en las lesiones cervicales premalignas. Sin embargo, su introducción no estuvo libre de polémicas: el alto coste, la falta de información clara y la influencia de movimientos antivacunas generaron dudas en algunas personas.
En 2014, Merck lanzó Gardasil 9®, una versión mejorada que protege contra nueve tipos del virus, cubriendo cerca del 90 % de los casos de cáncer de cuello uterino. Los estudios mostraron una eficacia superior al 97 % y una respuesta inmune especialmente fuerte en adolescentes. Además, se empezó a recomendar también para varones, con el objetivo de reducir la transmisión del virus y prevenir otros tipos de cáncer.
En los últimos años, se ha investigado cómo hacer la vacunación más accesible. Algunos estudios han demostrado que una sola dosis puede ofrecer una protección duradera similar a los esquemas de dos o tres dosis. Esto llevó a la Organización Mundial de la Salud (OMS) a apoyar esta opción, especialmente útil en países con menos recursos. También se han aprobado nuevas vacunas como Cecolin® y Walrinvax®, que ya se distribuyen internacionalmente.
La vacuna contra el VPH es uno de los mayores avances en salud pública. Desde los primeros descubrimientos hasta las vacunas actuales, ha cambiado por completo la forma de prevenir el cáncer de cuello uterino y otras enfermedades relacionadas con el virus.
Aunque al principio hubo dudas y desafíos, los resultados son claros: menos infecciones, menos verrugas genitales y menos lesiones precancerosas. Con los avances actuales y la vacunación en ambos sexos, es posible que en las próximas décadas el cáncer de cuello uterino deje de ser un problema de salud pública.

Autora: Aroa Caldevilla González
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
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