Las vacunas de subunidades representan una de las innovaciones más seguras y versátiles dentro de la inmunización moderna. A diferencia de las vacunas vivas atenuadas o inactivadas, este tipo de formulaciones utiliza componentes específicos de virus o bacterias, seleccionados por su capacidad de desencadenar una respuesta inmunitaria protectora sin necesidad de introducir el patógeno completo. Al eliminar los elementos que pueden causar enfermedad, se consigue reducir considerablemente el riesgo de efectos adversos graves, lo que las convierte en una alternativa segura para poblaciones vulnerables como recién nacidos, ancianos y mujeres embarazadas.
El funcionamiento de las vacunas de subunidades se basa en la activación controlada del sistema inmunitario mediante la presentación de antígenos purificados. Estos antígenos, que pueden ser proteínas, polisacáridos o glicoproteínas, son capturados por las células presentadoras de antígenos (APC), como los macrófagos o las células dendríticas, tras la inyección.
Las APC procesan estos fragmentos y los exhiben en su superficie unidos a moléculas del Complejo Mayor de Histocompatibilidad (MHC). Este proceso permite que los linfocitos T colaboradores (CD4+) los reconozcan y, al activarse, liberan citocinas que estimulan a los linfocitos B. Los linfocitos B activados se diferencian en células plasmáticas, encargadas de producir anticuerpos específicos, y en linfocitos de memoria, que garantizan una respuesta más rápida y eficaz ante futuras exposiciones al mismo patógeno.
A diferencia de las vacunas vivas, que provocan una respuesta inmunitaria más completa al imitar la infección natural, las vacunas de subunidades suelen generar respuestas más débiles debido a la ausencia de los componentes que estimulan de forma natural el sistema inmune. Por esta razón, se complementan con adyuvantes, sustancias que potencian la respuesta inmunológica. El adyuvante más clásico es el hidróxido de aluminio (alumbre), aunque actualmente se investigan formulaciones basadas en nanopartículas lipídicas, liposomas y emulsiones de nueva generación para lograr una inmunidad más duradera.
En el caso de las vacunas formuladas por polisacáridos bacterianos, como los de Neisseria meningitidis o Streptococcus pneumoniae, las primeras vacunas presentaban una limitación importante: producían una respuesta T-independiente, sin memoria inmunológica, especialmente ineficaz en niños menores de dos años. Para resolver este problema se desarrollaron las vacunas conjugadas, donde el polisacárido se une químicamente a una proteína portadora inmunogénica (por ejemplo, el toxoide tetánico o CRM197). Esta conjugación convierte la respuesta en T-dependiente, estimulando linfocitos T y B de memoria, y logrando así una protección duradera y una inmunidad colectiva más sólida.

Las vacunas de subunidades ofrecen un inmenso abanico de oportunidades para la inmunización personalizada y segura. Gracias a su enfoque en antígenos definidos, son especialmente adecuadas para personas inmunocomprometidas o con riesgo elevado de efectos secundarios. Además, su capacidad de combinar múltiples antígenos ha abierto la puerta al diseño de vacunas polivalentes y combinadas, las cuales son capaces de proteger contra varias enfermedades en una sola dosis.
En los próximos años, la investigación se centrará en tres líneas principales:
- Nuevos adyuvantes y sistemas de entrega: el desarrollo de nanopartículas biodegradables y liposomas permitirá mejorar la captación por las APC y prolongar la liberación del antígeno, potenciando de esta manera tanto la respuesta humoral como celular.
- Aplicaciones más allá de las enfermedades infecciosas: ya se exploran vacunas terapéuticas contra distintos tipos de cáncer, como el melanoma o el cáncer de cuello uterino, donde las subunidades antigénicas derivadas de proteínas tumorales buscan activar una respuesta específica contra las células malignas.
- Producción rápida y global: a diferencia de las plataformas basadas en ARN mensajero o vectores virales, las vacunas de subunidades pueden almacenarse a temperaturas más estables, lo que las hace ideales para su distribución en regiones con infraestructura limitada.
Durante la pandemia de COVID-19, varias vacunas de subunidades, como la NVX-CoV2373 (Novavax), demostraron una alta eficacia y seguridad, reforzando el papel de esta tecnología como un recurso para futuras emergencias sanitarias.



Deja un comentario