Theiler y la vacuna de la fiebre amarilla

Hace 74 años, el sudafricano Max Theiler recibía el Premio Nobel de Fisiología y Medicina por su descubrimiento sobre la primera vacuna efectiva contra la fiebre amarilla. Esto suponía el primer galardón para el desarrollo de una vacuna vírica en toda la historia de los premios y la última hasta 2023, cuando se le otorgó a Kaitlin Kariko y Drew Weissman este mismo premio por el desarrollo de las vacunas de ARNm contra la COVID-19.

Imagen 1: Vacuna de la fiebre amarilla. Imagen tomada del Consejo General de Colegios Farmacéuticos

Los primeros brotes de la fiebre amarilla se remontan a finales del siglo XVII, en las colonias americanas de Charleston, Filadelfia, Virginia y Pennsylvania. Durante muchos años se pensó que la culpa era de los barcos procedentes de las Indias Occidentales, actualmente Cuba, República Dominicana y Puerto Rico. Sin embargo, en 1900 ya se vio la posible relación de los mosquitos como vector de la transmisión del virus. Se creó una comisión liderada por el cirujano de la armada estadounidense Walter Reed, quien usó voluntarios para demostrar que Aedes aegypti era el vector crítico en la transmisión de la enfermedad.

Más tarde, en 1915 se creó con el impulso de la Fundación Rockefeller una comisión contra la fiebre amarilla cuyo principal objetivo era la eliminación del vector en las zonas en las que la enfermedad era más prevalente. Tres años después, en 1918, un joven Theiler se graduaba como médico con tan solo 19 años en la Universidad del Cabo. Tras ingresar en la Escuela de Medicina Tropical de la Universidad de Harvard, Theiler se interesó gracias al impulso de su jefe, Andrew Watson Sellards, por los estudios que se estaban llevando a cabo en ese departamento sobre la fiebre amarilla. Mientras tanto, en la Fundación Rockefeller se demostró que la enfermedad no era causada por una bacteria, sino por un virus gracias a los estudios realizados en muestras de sangre de Asibi, un ghanés que había sobrevivido a la fiebre amarilla. Cuando Theiler llegó a la Fundación Rockefeller en Nueva York en 1930, este ya era el centro más importante en cuanto al estudio de la fiebre amarilla se refería.

Tras años de trabajo en los laboratorios de la Fundación Rockefeller, Max Theiler consiguió lo que muchos pensaban que era imposible: controlar al virus de la fiebre amarilla. Junto a Hugh Smith, comenzó una serie de experimentos en los que el virus original fue debilitado poco a poco mediante su paso por cerebros de ratones blancos y embriones de pollo. A través de estos ensayos, Theiler logró obtener una cepa estable, segura y, sobre todo, capaz de generar inmunidad sin causar la enfermedad. Así nació la vacuna 17D.

La vacuna no solo detuvo una enfermedad, sino que también cambió la manera de entender cómo el cuerpo humano se defendía de los virus. Según estudios posteriores, la 17D activaba el sistema inmunitario desde el principio, estimulando la producción de interferones, despertando las células defensivas del organismo y generando una memoria inmunológica que podía durar toda la vida. A diferencia de otras vacunas de la época, no necesitaba refuerzos constantes ni aditivos especiales, sino que era suficiente con una sola dosis para obtener una protección duradera.

En apenas unos años, millones de personas fueron vacunadas en América Latina y África, y las grandes epidemias urbanas de fiebre amarilla comenzaron a desaparecer. En los años cuarenta, la enfermedad estaba prácticamente controlada. Aquello no fue solo una victoria médica, sino también humana: el resultado de la colaboración entre científicos, gobiernos y organizaciones que entendieron que la salud pública debía ser un esfuerzo compartido.

Con el tiempo, los avances en inmunología confirmaron lo que Theiler había sospechado: la vacuna 17D no sólo provocaba una respuesta de anticuerpos, sino que activaba distintos tipos de células del sistema inmunitario. Incluso en la actualidad, con tecnologías tan avanzadas como las vacunas de ARNm, los investigadores siguen estudiando la 17D para entender cómo un preparado tan simple puede desencadenar una protección tan completa y duradera.

Imagen 2: Theiler recibiendo el Premio Nobel en 1951. Imagen tomada de eldiariodesalud.com

Tras recibir el Nobel en 1951, Theiler continuó su trabajo, enseñando y promoviendo la investigación hasta su jubilación. Falleció en 1972, dejando tras de sí un legado que aún salva vidas cada día. Hoy, más de ochenta años después de su descubrimiento, la vacuna 17D sigue administrándose en millones de dosis y es considerada por muchos científicos como una de las más seguras y efectivas jamás creadas.

Autor: Ignacio Álvarez Rabanillo

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

  • Norrby, E. (2007). Yellow fever and Max Theiler: the only Nobel Prize for a virus vaccine. The Journal of Experimental Medicine, 204(12), 2779–2784.
  • Tan SY, Ahana A. Walter Reed (1851–1902): On the cause of yellow fever. Singapore Med J 2010;51:360-1.
  • Shampo MA, Kyle RA. Max Theiler–Nobel Laureate for yellow fever vaccine. Mayo Clin Proc 2003;78:728.


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