El tifus es una de las enfermedades más temidas en Europa Central desde el siglo XIX, convirtiéndose en un verdadero problema epidémico en Polonia tras la Primera Guerra Mundial (1918). La pobreza, las malas condiciones higiénicas y el hacinamiento favorecieron su propagación.

En respuesta, el gobierno polaco desarrolló un centro de investigación del tifus en Lviv, dirigido por Rudolf Weigl, quien en la década de 1930 consiguió desarrollar una vacuna eficaz contra el tifus elaborada a partir de intestinos de piojos infectados con Rickettsia prowazekii. Tras un periodo de incubación, se diseccionaban los piojos y se extraía y trituraba el contenido intestinal para posteriormente tratarlo con fenol e inactivar químicamente las bacterias. La vacuna consistía en un antígeno de célula completa (WCA; del inglés Whole Cell Antigen) inactivado, capaz de inducir una respuesta inmune protectora sin riesgo de infección activa.

Durante la Segunda Guerra Mundial, tras la invasión alemana de Polonia en 1939, el tifus se extendió en los guetos judíos creados por los nazis, debido a las condiciones precarias en las que estos se encontraban. Como consecuencia del temor que esta enfermedad infundía en los alemanes, debido a su persistencia y velocidad de propagación, estos permitieron a los científicos polacos seguir investigando. Weigl, rehusando colaborar ideológicamente con los nazis, consiguió proteger a muchos científicos, técnicos de laboratorio y artistas polacos, convirtiéndolos en trabajadores del centro de investigación o en “alimentadores de piojos”, ya que los piojos utilizados para la elaboración de la vacuna se alimentaban de sangre humana a través de jaulas que estos “alimentadores” se ponían alrededor de la pierna.

Otro investigador clave fue Ludwik Fleck, microbiólogo y colaborador de Weigl. Durante la ocupación alemana, Fleck fue trasladado al campo de concentración de Buchenwald siendo considerado un prisionero político judío. Allí trabajó en la producción de vacunas contra el tifus para el ejército alemán y participó, junto con otros prisioneros, en una operación de sabotaje fabricando vacunas ineficaces para los nazis y eficaces para los presos, salvando así numerosas vidas.
Por su parte, Eugeniusz Łazowski, médico del ejército polaco y miembro de la resistencia, creó una “epidemia falsa” de tifus en el pueblo de Rozwadów, inoculando a los habitantes con la bacteria muerta Proteus OX19, que producía falsos positivos en las pruebas diagnósticas usadas por los alemanes (prueba de Weil-Felix). Creyendo que la zona estaba infectada de tifus, los nazis evitaron entrar y sus habitantes fueron salvados de la deportación.
La vacuna de Weigl y las acciones de Fleck y Łazowski no solo contribuyeron al progreso científico, sino que también representaron una forma de lucha humanitaria.
Para ver más:
- Polak A, Pawlikowska-Łagód K, Zagaja A, Grzybowski A. Typhus works of Rudolf Weigl, PhD, Ludwik fleck, MD, and Eugeniusz Łazowski, MD, against the Nazis. Clin Dermatol [Internet]. 2022;40(5):567–72. Disponible en: http://dx.doi.org/10.1016/j.clindermatol.2022.02.016
- Osterloh A. The neglected challenge: Vaccination against rickettsiae. PLoS Negl Trop Dis [Internet]. 2020;14(10):e0008704. Disponible en: http://dx.doi.org/10.1371/journal.pntd.0008704



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