De la superstición a la vacuna: el camino histórico de la rabia

Historia de la vacuna de la rabia

La rabia, debido a su impactante cuadro clínico, ha sido descrita por los grandes historiadores de la antigüedad en la literatura médica de distintas épocas, pero, ¿cuándo se comenzó a poner en marcha una solución?

Historia de la enfermedad

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Figura 1: PHIL, Public domain, via

La primera descripción registrada de la rabia fue realizada por Demócrito hacia el año 500 a.C. En la antigua Grecia se creía que la enfermedad era causada por la “estrella perro” Sirio, y Homero llegó a describir al invencible Héctor como un perro rabioso. Para los griegos de aquella época, la diosa Artemisa era considerada la sanadora de la rabia, mientras que Hipócrates recomendaba como tratamiento el uso de madera de boj (Buxus). Los romanos, por su parte, reconocían el carácter infeccioso de la saliva de los perros rabiosos, a la que consideraban un veneno. En el siglo I, Celsus recomendaba como tratamiento preventivo la aplicación de ventosas para extraer dicho veneno y el consumo de vino, considerado entonces un antídoto contra diversos males. Durante la Edad Media, el gran protector contra la rabia era San Humberto; se marcaban los perros rabiosos con un hierro caliente conocido como las “llaves de San Humberto”, y en algunas casas se colocaban anillos de hierro como amuletos protectores. En este periodo se continuó utilizando la cauterización de las heridas, práctica que había sido iniciada por los romanos. Con el Renacimiento surgió el Nuevo Mundo y, con él, las raíces de las ciencias modernas. Según Radot, en un manual del siglo XVII titulado Los remedios caritativos de la Señora Fouquet, se recomendaba como remedio para las mordeduras de animales rabiosos un baño en el mar Mediterráneo o en el océano, antes de que el veneno alcanzara órganos vitales, aconsejándose especialmente la playa de Dieppe.

El trabajo de Pasteur y sus colaboradores

Louis Pasteur estuvo influenciado por las ideas de Bouchandt, quien propuso la posibilidad de la inoculación contra la rabia, y por los experimentos de Zinke, que demostraron la transmisión de la enfermedad a través de la saliva infectada, conocimientos que sentaron las bases para el desarrollo de su vacuna antirrábica.

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Figura 2: Albert Edelfelt, Public domain, via Wikimedia Commons

Louis Pasteur, químico y microbiólogo francés, aportó a la ciencia su enfoque experimental y su comprensión de la atenuación de patógenos. Junto a sus colaboradores, Émile Roux y Charles Chamberland, se dedicó al estudio de la rabia a principios de 1880. Trabajaron con un «virus fijo», una cepa del patógeno de la rabia que se mantenía virulenta y de periodo de incubación constante tras pasar sucesivamente en cerebros de conejos.

El proceso de atenuación desarrollado por Pasteur consistía en secar médulas espinales de conejos infectados que contenían el virus. A medida que el tejido se secaba, el virus perdía progresivamente su virulencia. Este método permitió crear un material inmunógeno que, al ser inoculado en una serie de dosis crecientes, protegía al organismo contra la enfermedad.

El primer éxito humano ocurrió el 6 de julio de 1885. Joseph Meister, un niño de 9 años de Alsacia, había sido gravemente mordido por un perro rabioso. Dada la casi segura fatalidad de la adquisición de la rabia una vez declarados los síntomas, y ante la desesperación de la familia, Pasteur decidió aplicar su tratamiento experimental, a pesar de no ser médico y de las posibles implicaciones legales y éticas.

El tratamiento consistió en una serie de 13 inyecciones administradas a lo largo de 10 días, utilizando médulas espinales de conejo infectado y atenuadas progresivamente, comenzando con las más atenuadas (14 días de secado) y finalizando con una médula fresca y muy virulenta. Joseph Meister no desarrolló la rabia y sobrevivió, convirtiéndose en la primera demostración exitosa de la vacuna antirrábica en humanos. En 1887 más de 2500 personas habían recibido la vacuna. En 1888 se fundó el Instituto Pasteur, un centro dedicado al estudio de las enfermedades infecciosas, siendo aún un gran referente mundial.

La vacuna de Pasteur fue preparada con tejido neural, pudiendo provocar graves reacciones neuroparalíticas ya que contenía mielina. A lo largo del siglo XX se logró eliminar el componente neural de las vacunas gracias al cultivo de éstas en cerebros inmaduros de mamíferos. Posteriormente, las vacunas derivaban de embriones de pato, consiguiendo eliminar por completo el tejido nervioso.

El salto definitivo se realizó con el cultivo celular en los años 70. Es el caso de las células diploides humanas (HDCV), cuyas vacunas son mucho más seguras y potentes, permitiendo reducir el tratamiento a solo 5 dosis (aplicándose en los días 0, 3, 7, 14 y 20)

Los avances científicos han logrado perfeccionar la seguridad y eficacia de la vacuna de la rabia a lo largo de la historia. Sin embargo, el desafío científico ha migrado al ámbito político y económico ya que la rabia ha sido controlada en países ricos, mientras que persiste en regiones pobres produciendo un problema de salud pública.

Bibliografía



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